Crónicas de un saltillense agringado
Héctor A. Calles Valdez.
Segregación racial en Austin
Recientemente apareció un artículo de Luke Winkie, en el reconocido portal vice.com que señala a Austin, TX, como una ciudad que fue inteligentemente diseñada para segregar a las minorías. El asunto data desde la segunda década del siglo pasado, cuando el gobierno de la ciudad se las arregló para mandar al grueso de la población latina y de color a un área limitada al Este de la ciudad. El argumento declara que hoy en día la fórmula de segregación seguiría en pleno efecto, pero sostenida más por la inercia de la costumbre y el impacto original que por otra cosa, de tal suerte que Austin aun sería en su núcleo social una ciudad predominantemente funcional y amigable para la gente blanca, mientras los latinos y la gente de color cohabita otros espacios de manera paralela, pero de forma desapercibida y prácticamente inconsecuente.
Antes de continuar con el tema, sería bueno declarar que para mí ésta es una materia bastante difícil y espesa, propia de historiadores locales, estudiosos de sociología y antropología antes que dé mi opinión. Sin embargo sólo puedo abordar este asunto desde mi propio prisma como latino e inmigrante y creo que esto bien se podría resumir a grosso modo con una sola explicación; la típica actitud reacia que los latinos demostramos para participar en la vida pública fuera de nuestra micro esfera social y que colabora a mantenernos aislados. Es como si nuestra mentalidad estuviera enfocada solamente en el sentido de la única misión que creemos tener desde que llegamos a estas tierras y que todo mundo repite como mantra personal: “Yo vine aquí a triunfar”.
Efectivamente, esas sencillas palabras son el asidero común de miles de personas y de ahí se pudieran desprender muchas otras explicaciones sobre lo que significa “triunfar” en Estados Unidos para un latino, y que tiene que ver más con el dinero, los negocios y el trabajo, no así en asuntos públicos fuera de nuestra comunidad de habla hispana. Por ejemplo, yo mismo, como editor de una revista local en español, he logrado vislumbrar esta verdad muy de cerca con la multitud de gente que me ha tocado conocer. Para ponerlo de manera más burda, tengo la sensación de que a la mayoría de la raza, al menos a los de origen mexicano, les vale si hay o no hay discriminación racial y segregación en esta ciudad, ellos simplemente siguen haciendo la única cosa a la que vinieron a hacer; a ganar dinero y salir adelante. Mea culpa.
¿Y cómo reacciono yo en lo personal o qué cosas hago en particular frente a este fenómeno? Son costumbres muy simples, tan simples que es algo bastante ridículo. Solo por precaución trato de evitar en lo posible circular por esas áreas supuestamente preferentes para “gente blanca”, es decir; primordialmente vecindarios de la gente muy rica y en general cualquier negocio o propiedad privada o pública donde no tenga un asunto válido que tratar. Esta sana práctica comenzó a partir de una interesante lección que me llevé hace muchos años sobre la mentalidad defensiva de la gente local, resulta que una mañana al encender la radio escuché a un locutor americano de un show de radio en Austin, decir al aire estas ácidas palabras: “Mi vecindario es muy blanco y si llego a ver por aquí algún mexicano y no veo que traiga un martillo en la mano, ese amigo estará en problemas, porque yo voy a llamar de inmediato a la policía.”
Después de haber escuchado eso, honestamente sería muy hipócrita de mi parte negar que en muchos aspectos Austin sí sea una ciudad que sueña con ser “preferentemente” para blancos, pero después de analizarlo bien, he llegado a la conclusión que dicha “preferencia” se refiere casi exclusivamente al derecho de la gente blanca para continuar con el establecimiento de su propia identidad social, el escenario cultural preponderante, los negocios y empresas principales, la arquitectura dominante y en sí, a todo lo que sea una estructura pública urbana visible.
Por lo demás, si uno se dedica a lo suyo, a sus negocios y asuntos particulares, continúa con su vida y su trabajo, esas cosas ya no cuentan, pues cientos de inmigrantes, latinos y no latinos, han hecho negocios prósperos en esta ciudad y muchos otros miles llevan puntualmente de comer a sus casas todos los días. Así que mientras dicha “segregación” no afecte directamente nuestra capacidad de generar dinero, difícilmente algún día nos va importar un cacahuate que nos tengan y mantengan como una minoría racial, culturalmente segregados en una esquinita.
Al menos en mi caso, yo era un simple desconocido en México, con pocas oportunidades y aquí soy socio de un negocio exitoso de producción de medios de comunicación y fue también aquí donde publiqué mi primera novela. En honor a la verdad, para mí las bondades de esta tierra saltan solas a la vista y no puedo decir, al menos que yo sepa, que alguien o algo me impida hacer dinero y negocios en esta ciudad.
Así que a final de cuentas -según yo- la continuidad de esta segregación en Austin parecería tener en el fondo una intención culturalmente decorativa. ¡Pos me segrego!
Sito web: www.HectorCalles.com
Contacto: hector_calles@hotmail.com
Fuentes de esta nota: http://www.vice.com/read/austin-was-built-to-be-segregated
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